Sinceramente, no sé ni cómo empezar esta carta. Ya he perdido la cuenta de todas la veces que he empezado a escribir y he acabado arrugando el papel... Pero intentaré que me salga lo mejor posible porque sí, porque te lo mereces.
No fue hasta que te conocí que creí posible que una persona pudiera hacerme sentir vacía y llena de vida, todo a la vez; que pudiera conocer los lados más oscuros de mi ser y que los aceptase y los amase; que me hiciera sentir como ninguno más consiguió hacerme sentir antes. Porque todo esto sólo lo consigues tú y nadie más.
Realmente, nunca imaginé que pudieses llegar a ser alguien tan importante para mi, y esa es una de las muchas cosas que he aprendido gracias a ti, que te enamoras de la persona menos esperada en el momento menos esperado. Sí, así es.
Porque simplemente me encanta tu manera de sonreír cuando te pillo mirándome, los abrazos inesperados que me das por detrás, tus intentos por hacerme reír en todo momento, el brillo que aparece en tus ojos cada vez que te ríes, tus sonrisas tímidas cuando estás incómodo, cómo te pasas las manos por el pelo cuando estás nervioso, tus mensajes por la noche que consiguen alegrarme incluso un lunes.
Y esto es la mínima parte de todo lo que adoro de ti porque podía pasarme horas diciendo todo aquello que me encanta de ti, e incluso podría dar por cada peca de tu cara una razón por la que te quiero tanto.
Y quiero que sepas que, estés donde estés, yo estaré siempre contigo ya sea físicamente o no. Y que te recordaré siempre pase lo que pase, porque, a pesar de los malos momentos que hemos pasado,  a pesar de que hayas podido hacerme daño, gracias a ti he aprendido que todos cometemos errores y que hay personas, como tú, que son demasiado importantes como para dejarlas ir.
Te quiero, descerebrado.


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