Yo era el día,
tú la noche.
A mi me gustaba observar los amaneceres en tonos
naranjas y dorados,
y a ti te gustaba admirar las estrellas fugaces
más brillantes del cielo nocturno.
Yo era cálida,
y tú eras frío.
A mi me gustaban los abrazos por la espalda,
los besos inesperados, los mensajes de "buenos días";
a ti te gustaba simplemente mirarme
como si fuese lo más precioso del mundo,
pero cuando quise darme cuenta,
era demasiado tarde.
Yo solía ser de esas que amaban con pasión,
que se enamoraban hasta las trancas
incluso del amor más imposible
que te puedas encontrar;
tú eras un ser solitario que amaba aislarse del mundo,
eras alguien al que no le gustaba querer
por miedo al rechazo.
Quién podría decir que ahora mismo los papeles
han cambiado.
Que todo lo que aprendí sobre el amor lo haya olvidado
tan rápido en el momento en el que mi corazón se heló,
se quebró de una manera tan abrumadora
que parece que nunca jamás volverá a sentir.
Y que tu seas la persona que yo en su día fui,
una persona capaz de amar y de abrir su corazón
a otra por completo.
Y quizás por eso nunca encajamos de verdad,
porque tú me cambiaste y yo te cambié,
pero no de la manera correcta.
Y quizás fue esa la razón por la que un día
cualquiera me di cuenta,
de que no sentía nada.


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